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Jet Lag.

Cada año me pasa lo mismo. Y sé que se ahorra un montón, y que enseguida se supera. Pero no puedo evitarlo. Me siento timado.

Cada año, un sábado que podría ser un sábado cualquiera, pero que es el de la tercera semana completa de Octubre, escucho con aprensión esa cansina cantinela que nos anuncia el principio de la temporada oscura.

Como si no tuviéramos suficiente con acabar el verano, los días se van acortando de forma imperceptible, aunque inexorable. Y un día, que a la vuelta de vacaciones siempre se ve lejano, de repente y con un chusco juego de manecillas, nos dicen que tres son igual a dos.

Con la pobre excusa de disponer de una hora más para vagar en nuestros sueños, nos dejamos engañar y aceptamos contentos e inconscientes ese gato negro a cambio de nuestra lustrosa liebre. Y, oh sorpresa, al día siguiente encontramos que nos han robado un pedacito de sol al final de cada jornada.

Por supuesto, esa luz nos la devuelven a la mañana siguiente. Pero... ¿Y qué? A mí por la mañana no me hace tanta falta.

Y ahora toca vivir la noche en día, hasta el tercer fin de semana completo de Marzo.

La mano del pecado.


Siempre me ha parecido curioso (y peligroso) que se consideren más nocivas para los niños, y ofensivas para los mayores las alusiones sexuales que las alusiones a la violencia.

Hasta hace poco esto era un tipo de noticia a la que nos tenían acostumbrados en Estados Unidos: Que si 'Janet Jackson' enseña un pezón -algo que por otra parte, tiene el 50% de la población mundial en número de dos- en la SuperBowl y se arma la marimorena, que si hay que censurar la portada de un disco porque en la portada salen unas estatuas griegas que representan a un hombre con 'oh, un pene' -otra cosa que tiene el otro 50% de la población-, etc. Bueno, esas cosas de las que nos solíamos reir los europeos. Y claro, esto en un contexto en el que no pasa nada si en el telediario, o a la hora de la merienda se dan imágenes de un policía matando a una persona, un avión bombardeando, o un combate de boxeo o de lucha libre en el que dos seres humanos se golpean (de forma real, o simulada) hasta la saciedad. Por no decir que hay estados en los que el sexo oral es ilegal, pero comprar armas es tan fácil como hacerse con unos zapatos nuevos.

Lo que me preocupa es que el sector rancio local está empezando a culear por esos derroteros, y dándoselas de garantes de nuestra moral han vetado la publicidad de la película "Diario de una Ninfómana" por el contenido del cartel. En el mismo, de menciona el título de la película y se aprecia un hermoso cuerpo femenino en el que una de las manos se comienza a colar en las braguitas. Es una imagen ciertamente bella y sugerente.

Entrar en el porqué la imagen no tiene nada de malo es un ejercicio ocioso, e inútilmente explicable a quien tiene problemas morales con la misma. Más complicado es intentar hacerles comprender que si ellos tienen problemas, probablemente mucha otra gente no los tiene, y que ellos no son quien para hacer de policías de nuestras almas. Pero lo que peor veo es que a esa gente no le importe que sí se pueda hacer publicidad de alguna película en la que el cartel muestra violencia explícita -me evitaré ejemplos, porque no hay más que echar un vistazo a cualquier cartelera actual-

En fin, que mal vamos si nos dejamos caer en estos ejercicios involucionistas y más propios del medievo que de la época en la que nos movemos. Pero la contrapartida es que la película ha recibido mucha más publicidad gracias a la mojigatería de algunos.

Histeria.


¿Es buena la bolsa tal y como funciona, o habría que reinventarla?

El problema fundamental es que es un mercado que fluctúa de forma emocional, y muchas veces histérica. Obviando ya lo fácil que es manipularlo, nos encontramos que qualquier evento, particular o general, puede provocar unas variaciones totalmente desproporcionadas. Y, en caso de ser negativas, inciden en la línea de flotación de las empresas implicadas. Cuando la situación es particular, la cosa puede acabar en que una empresa es comprada por otra, o a lo sumo se va al garete. Pero en la situación de crisis generalizada que nos ocupa, esto acaba siendo un factor de peso en la espiral de agravamiento de la economía global. Y empresas que no tendrían por que estar implicadas, acaban sufriendo el tsunami de histeria.

Es un elemento más de este sistema de locos que tenemos montado, y del cual estamos viendo los resultados.