Cada año me pasa lo mismo. Y sé que se ahorra un montón, y que enseguida se supera. Pero no puedo evitarlo. Me siento timado.
Cada año, un sábado que podría ser un sábado cualquiera, pero que es el de la tercera semana completa de Octubre, escucho con aprensión esa cansina cantinela que nos anuncia el principio de la temporada oscura.
Como si no tuviéramos suficiente con acabar el verano, los días se van acortando de forma imperceptible, aunque inexorable. Y un día, que a la vuelta de vacaciones siempre se ve lejano, de repente y con un chusco juego de manecillas, nos dicen que tres son igual a dos.
Con la pobre excusa de disponer de una hora más para vagar en nuestros sueños, nos dejamos engañar y aceptamos contentos e inconscientes ese gato negro a cambio de nuestra lustrosa liebre. Y, oh sorpresa, al día siguiente encontramos que nos han robado un pedacito de sol al final de cada jornada.
Por supuesto, esa luz nos la devuelven a la mañana siguiente. Pero... ¿Y qué? A mí por la mañana no me hace tanta falta.
Y ahora toca vivir la noche en día, hasta el tercer fin de semana completo de Marzo.
Jet Lag.
Publicado por Silgo en martes, octubre 28, 2008
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Etiquetas:
Cambio horario
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2 comentarios:
Hombre, míralo de esta manera, ahora te puedes ir del trabajo a la mimsa hora y, como es de noche, no te sientes culpable... es más.. sientes que has trabajado más.
De todas maneras somos una sociedad compleja... nos quejamos de la hora de sol que nos quitan, pero, luego, nuestro ocio lo solemos desarrollar por la noche.
hola silgo,
estoy de acuerdo contigo. Me levanté el lunes a las 5 de la mañana y no podía seguir durmiendo... y es que soy animal de mañana... tardo un poco en adaptarme...pero bueno, al menos esta vez ha sido una horita más.
Hasta pronto hombre de hojalata!!
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