Santuario.
Todos tenemos lugares a los que volvemos de tanto en tanto a sentirnos en tierra propia.
Pues mal. Uno de mis santuarios particulares, terreno sagrado regentado por monjes sabios, ha dejado de existir.
Hoy, al acudir a él para rezar a las deidades que venero, como solía hacer con regularidad desde hace mucho tiempo, me encontré el cascarón hueco y las últimas palabras de quien lo fundó, regentó y nos acogió a tantos peregrinos en busca de papel.
Benditos seáis, frailes. Gracias a vosotros por darnos cobijo y alimento todos estos años.
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