La tregua ha acabado, y yo soy el capitán que arengará a los que van a correr.
Ya no habrá más paseos indolentes a plena luz del sol, ni más canciones de aliento ebrio bajo el brillo de la luna, y yo soy el sargento que bramará las órdenes mientras la metralla silba entre sus hombres.
Es momento de decir adiós al silencio que produce la ausencia de plomo y pólvora, y yo soy el soldado de ojos vacíos que saltará de la trinchera para cargar con la bayoneta calada, mientras grita para no oír su propio miedo.
Ya no hay marcha atrás, y soy el corneta maldito, de frente húmeda y manos temblorosas, al que le ha tocado en suerte anunciar el asalto que marca el fin de la tregua.
En estas horas previas todos nosotros bajamos la mirada, y dejamos que nuestra carne, tan permeable a la angustia como a la munición, se empape del tosco licor del valor de cuento infantil, que nos ayudará a enfrentarnos de nuevo a nosotros mismos.
La tregua ha acabado.
El fin de la tregua.
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3 comentarios:
Silgo,
Me parece precioso lo que has puesto. Se me vienen muchas cosas a la cabeza, pero puede que no sea lugar para ponerlas, ni puede que a todo el mundo le importe. De todas formas los finales de las treguas pueden ser una ruptura con actitudes nuestras, un dejar de meter la cabeza en el agujero.
Un beso.
¡Muchas gracias por tu comentario!
Te animo a que escribas lo que se te ocurra. A veces no importa tanto a quien le importe alguna cosa como el mero hecho de expresarse. Y de tanto en tanto, sorprendentemente, si que alguien presta atención.
Y sí, el final de la tregua significa muchas cosas. Especialmente por parte de quien la rompe. No sólo el cambio obvio de 'acción' que supone, si no también por el cambio de actitud necesario para abordarlo.
Un abrazo.
Pues bien, mi tregua ha acabado. Hoy le he mirado a los ojos y he intentado expresar todo aquello que en mi cabeza pasaba. Un fulgor en un segundo. Un segundo de éxtasis.
No necesitamos ni una sola palabra. Ambos lo sabíamos. Y ahí nos separamos.
Hasta otro post, Silgo.
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