Ha muerto Rafael Azcona, una persona totalmente desconocida para mí justo hasta ayer por la noche. Se trata simplemente de mi incultura, o mi falta de retentiva, o quizás también de lo poco que estamos acostumbrados a apreciar el trabajo de los guionistas incluso en aquellas películas que nos gustan.
Pero ayer, al volver hacia casa después del trabajo, y encender la radio del coche como tengo por costumbe, escuché la noticia. Los informativos coreaban su nombre, dando a entender la importancia que éste profesional de la escritura había tenido en el cine patrio. En el corto trayecto hasta mi domicilio, me dio tiempo a escuchar una reseña de su vida profesional, e incluso un pequeño fragmento de una entrevista.
Resulta que este señor ha sido el guionista de, entre otras, una película fantástica que debería ser de proyección obligada en las aulas como parte de la asignatura de historia de este país: El Verdugo.
Por supuesto, no es el único implicado en la película. Su director, Luís García Berlanga, José Isbert, la no hace mucho fallecida Emma Penella.... Todos, en mi humilde opinión, en estado de gracia, delante y detrás de las cámaras. Una película redonda, rebosante de humor negro, de angustia vital, de humanidad y miseria, de esas que hacen reir, y también reflexionar.
El caso es que en esa película no sólo encontramos una historia muy bien contada, sino también una ventana a la España de principios de los 60. Que a la vista de la misma, puede que el lapso temporal parezca ahora una eternidad, pero era el país al que le quedaban poco más de diez años para entrar en la democracia. Y efectivamente, nos muestra una sociedad con un pie en los 70, pero con el otro en una maraña de costumbres y afectaciones que la lastraban de forma determinante.
Hasta siempre, señor Azcona.
El guionista.
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