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Ruído.

La tenemos encendida simplemente por la costumbre, por un absurdo automatismo. Se ha convertido en una manera de rellenar huecos de silencio, de crear compañía vacía de contenido real. Es una de esas adicciones modernas que proporcionan una recompensa inmediata y estéril. Te libra de quedarte a solas contigo mismo. En su mayor parte, una inyección dulzona de almíbar en las meninges: Fácil de ingerir, sin texturas que explorar, y sólo engorda.

Aún no sé donde nos perdimos y dejamos que el ruido sustituyera a la música.

Por suerte, cada vez la encuentro más enervante. Siempre fueron imágenes, pero ahora es sobre todo un estruendo inmisericorde: sonidos machacones y estridentes que se solapan sin parar. Afortunado de mi, eso está haciendo que sea consciente del tiempo que no quiero perder.

3 comentarios:

esto es nuevo para mi dijo...

hola,

Cierto... pero no hay días en que te abandonas, como un niño pequeño, a su envolvente mantra? en que sus himnóticas imágenes te evaden de un día en el que hubieras preferido no levantarte? Permíteme ser abogada del diablo por un momento :-)

Silgo dijo...

El que esté libre de pecado... ;-)

1cualquiera dijo...

Lo mejor es cuando estás con el portátil sonre las piernas, tratando de escribir algo con sentido (email, blog o lo que sea)... y le quitas toda la voz a la tele para que no mole