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Pan y circo.

Bueno, España ha ganado la Eurocopa ¡Que bien por la parte que nos toca a todos! Orgullo gregario rebosante que se manifiesta en forma de olor a pólvora, en gritos, en éxtasis colectivo, en mil bocinas que ríete tú de las de Jericó.

Tenemos nuestro circo, y con eso y un poco de pan ya estamos saciados. Ahí nos las den todas.

Lenguaje machisto.

Divertida, aunque también algo estéril la polémica desatada por la 'miembra' del gobierno, la señora Bibiana Aído. Y es que de vez en cuando nos da por sacar las cosas de quicio, confundir el tocino con la velocidad, o en este caso el género con el sexo.

Y es que claro, aludir a las féminas con una 'o' final es un uso machisto de la lengua: Pónganse en pié(o) las juristas y juristos del mundo, y hagan una ley(a) para que tanto las puristas como los puristos estén contentas y contentos. Aprieten las tuercas a esos mastuerzos machistos de la Real Academia, y que ya de paso, no permitan que haya sustantivos o sustantivas que acaben en nada que no sea 'a', u 'o'. Para así dejar bien claro si se refieren a lo masculino o a la femenina, y detectar más posibles casos o casas que abunden en la misoginia recalcitranta. Dejemos y dejemas de darnos y darnas siempre contra la misma pareda, y avancemos y avancemas.

Y así, como muestra de mentalidad progresista y transgresora, cambiemos y cambiemas los apellidos y las apellidas en función del sexo o la sexa de su portador o portadora. Ahora se me ocurre, por ejempla, doña Isabel Tocina. O mejor aún, y sin ir más lejas, doña Bibiana Aída.

Irlanda y la ilusión.

Una vez más, nos encontramos ante un revés para la ratificación de un tratado que intenta modificar el marco de competencias de la Unión Europea. Hace poco era la defenestrada 'Constitución Europea', hoy es el 'Tratado de Lisboa'.

La constitución intentaba entrar por la puerta grande, con referendos en los países miembros. Con fiesta, con fanfarria y triunfalismo se nos anunciaba que el texto nos iba a unir más. Pero, la verdad es que era un texto a medias, que no contentaba a nadie. Ni a los que quieren una Europa más integrada, ni a los que quieren más soberanía de los estados que la forman. Ni 'chicha, ni limoná'

Ahora, el tratado se cuela de tapadillo. En la mayoría de los países, con la honrosa excepción de Irlanda, la previsión es que el tratado se apruebe por mayoría parlamentaria. Es decir, sin concurso directo de los sufridores del mismo: nosotros. Es una de esas bonitas jugadas del tipo: "No conseguimos que lo votéis, pues lo aprobamos nosotros y listo". Hoy Barroso, el cuarto hombre de las Azores, declaraba tras conocerse el resultado negativo de Irlanda que el proceso de ratificación continúa a pesar del todavía caliente 'no'.

Es para preguntarse porque está pasando esto. Mi conclusión es que no han conseguido, y en general parece que ni lo intenten, ilusionar con la idea de Europa. Estamos perdidos en una maraña de tecnicismos mercantiles y de intereses locales, que de por sí es farragosa, pero que no tendría mucha importancia si hubiera una visión de futuro que atrajera a la gente. Lamentablemente esta visión no existe, y algunas de las cosas que nos llegan son harto perniciosas , como las 65 horas famosas, o las 'reglas secretas' de seguridad aeroportuaria, o un Euro que nos ha subido el coste de la vida en un 60%. ¿Cómo quieren que queramos más Europa de esta manera? Señores políticos, hágannos soñar con algo en vez de marearnos. Véndannos un proyecto consistente, un futuro de bienestar, de progreso, de justicia. Algo por lo que merezca la pena soñar, que suene a nuevo pero no a imposible, y que haga que la gente se mueva en una misma dirección.

Mientras tanto, resabiados como estamos, seguiremos sin ver nada claro.